Susana y los viejos: mirar es poder. Y resistir, también.
Ella está desnuda. Ellos, vestidos y en sombra. Así comenzó todo.

La escena es conocida: una mujer joven, interrumpida mientras se baña, es acechada por dos ancianos que la observan desde las sombras. No hay violencia física aparente, pero sí una tensión que atraviesa el lienzo: el cuerpo expuesto, la amenaza silenciosa, la impunidad de los ojos que miran.
Esta es la historia de Susana y los viejos, uno de los relatos bíblicos más versionados en la historia del arte occidental. Pero también es, hoy, una imagen incómoda. Una escena que invita a revisar no solo lo que se representa, sino cómo se representa y desde dónde. Porque la historia de Susana no ha sido contada por ella. Ha sido pintada, esculpida, replicada… pero pocas veces se le ha devuelto la voz.
¿Por qué tantas veces?
Desde el Renacimiento hasta el Barroco —y más allá—, Susana y los viejos fue un tema recurrente para artistas hombres que encontraban en esta historia la excusa perfecta para mostrar el desnudo femenino, encuadrado en una narrativa «permitida» por su origen religioso. Pero debajo de esa legitimación cultural, se esconde un patrón de cosificación: el placer de la mirada masculina disfrazado de devoción o alegoría moral.
El cuerpo como campo de batalla visual
Lo que fascina —y duele— de esta iconografía es su permanencia. Susana casi siempre aparece desnuda, vulnerable, sorprendida. Ellos, siempre vestidos, con gesto lascivo o autoritario. La escena es, en muchos casos, una representación pictórica del abuso simbólico. Porque Susana no es solo una figura: es el lugar donde se proyecta el deseo, el juicio y el castigo.
Pero hay excepciones. Y esas excepciones marcan el inicio de una relectura feminista del arte.

Artemisia Gentileschi y la inversión de la mirada
La pintora italiana Artemisia Gentileschi —ella sí— pintó la escena de Susana cuando tenía apenas 17 años. Y lo hizo desde otro lugar. Su Susana se retuerce, se defiende, parece acorralada, no exhibida. La tensión no es estética, es ética. Artemisia, que había sido víctima de violación por parte de su maestro, no podía pintar esa escena sin invocar su propia experiencia. Y así, sin necesidad de pronunciar discurso alguno, convirtió la pintura en resistencia.
Una lectura desde hoy
Recuperar esta imagen desde una perspectiva crítica es también un acto de resistencia contemporánea. Porque Susana y los viejos sigue estando ahí, como metáfora del poder que mira y del cuerpo que no siempre puede evitar ser mirado.
Pero también puede ser resignificada. Puede ser el inicio de una conversación distinta: sobre quién cuenta las historias, sobre cómo vemos y cómo hemos sido educadas a vernos. Porque no es solo historia del arte. Es también historia de poder. Y de voz.
Hoy, Susana se levanta. Y nosotros —nosotras— miramos con otros ojos.
Referencias y Fuentes:
Reni, G. (ca. 1610–1615). Susana y los viejos [Óleo sobre lienzo]. National Gallery, Londres, Reino Unido.
Gentileschi, A. (1610). Susana y los viejos [Óleo sobre lienzo]. Recuperado de Historia del Arte
Es muy interesante el enfoque sobre el tema de la vulnerabilidad de l mujer,hasta ser plasmado en lienzo de esta manera.